A merced de los vientos. Los wayuu y los parques eólicos

La revista Gatopardo de México publicó recientemente un artículo del profesor Weildler Guerra, del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, sobre la puesta en marcha de parques eólicos en el Departamento de La Guajira y la relación de estos con la comunidad Wayuu. 

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Fotografía de Andrés Cardona - Gatopardo.

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01 jul 2022

Weildler Guerra, profesor del Departamento de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte, escribió un artículo para la revista Gatopardo de México, hablando sobre la puesta en marcha de parques eólicos en el departamento de La Guajira y su relación con la comunidad Wayuu. A continuación replicamos parte del texto.

En busca de la puerta de entrada a las energías renovables, el gobierno colombiano pretende levantar dieciséis parques eólicos en el departamento indígena de La Guajira, Colombia. Un territorio cuyos habitantes, los wayuu, distinguen varios tipos de viento como parte de su cosmogonía. Estos proyectos han provocado un choque cultural, el encuentro de dos lenguajes que no logran aproximarse entre sí. Para ambas partes, los vientos tendrán que enunciarse desde otros saberes.

Un grupo de mujeres wayuu protege de la arena y los vientos, con un cercado de troncos, el fuego y los alimentos que allí se preparan. Los guisos de cabra y bebidas refrescantes de maíz, como la chicha, las tendrán ocupadas durante la mañana. Sus voces, que desde hace siglos habitan ese territorio, resuenan con la musicalidad de su lengua, el wayuunaiki. Los vientos peinan las copas de los árboles de trupillo y agitan las hojas de los arbustos más pequeños en los caminos guajiros. Las corrientes de aire y la intensa luminosidad solar son dos sensaciones que predominan en esta región semidesértica de la península de La Guajira, la zona más septentrional de Sudamérica. Esta mañana de marzo de 2022 en el vecindario indígena de Talouloma’ana (“tierra revuelta”), dirigentes de todo el territorio se reunirán para tratar temas apremiantes de su pueblo bajo el impulso de otro tipo de vientos: los de la incertidumbre.

Talouloma’ana alguna vez fue una zona rural, una ranchería; muy cerca del área urbana de Maicao, la segunda ciudad del departamento guajiro que se expande de forma incontenible hacia los asentamientos wayuu en su contorno, absorbiéndolos, transformándolos en áreas suburbanas. Por ello, las viviendas de Talouloma’ana son una mezcla de casas de ciudad y rancherías indígenas, con sus cocinas y enramadas tradicionales.

           
                                               Profesor Weildler Guerra. 

El pueblo wayuu está conformado por más de 380 000 miembros en la parte colombiana de la península y constituye la sociedad amerindia más numerosa entre las repúblicas de Colombia y Venezuela. Decenas de miles de hombres y mujeres indígenas viven del pastoreo de ganado, la pesca marítima, la extracción de sal, la pequeña agricultura, la recolección de frutos silvestres, la caza y la elaboración de artesanías, mientras que en las áreas urbanas y suburbanas adquieren gran significación el trabajo asalariado y el comercio. Dado que parte de La Guajira es semidesértica, el agua escasea y es un bien altamente valorado por los wayuu. Según la organización Dejusticia, la cobertura de agua potable en este territorio alcanzaba apenas 20% durante 2020, mientras que el porcentaje de menores fallecidos por causas asociadas a la desnutrición representó 23% de todos los casos registrados en Colombia.

Esta mañana tímidamente nublada a los participantes indígenas les angustia, entre otros puntos de su agenda, la nueva oleada de proyectos de generación eléctrica que anuncia el gobierno colombiano para el aprovechamiento de los vientos; proyectos que ya iniciaron en zonas cercanas al Cabo de la Vela, un sitio afamado por sus playas vírgenes al sur del mar Caribe y donde hay lugares sagrados para los wayuu. Con la inauguración del parque Guajira I, en enero de 2022, el presidente de la república, Iván Duque, anunció la construcción de dieciséis centrales eólicas en los próximos tres años, que permitirán a Colombia generar hasta 2 800 megavatios en energías renovables.

Muchas comunidades wayuu han expresado su inconformidad porque no los incluyeron en las consultas previas ni les dieron información suficiente acerca de los proyectos que se levantarán en sus territorios y que incidirán en la calidad de sus vidas y en su bienestar. Adoptar fuentes de energía limpia no implica que este tipo de infraestructuras no vaya a tener impactos ambientales o sociales significativos en las zonas donde serán emplazadas. Y esta preocupación se manifiesta en interrogantes que resuenan entre sus habitantes: ¿Se están tomando medidas para preservar los sitios de importancia mitológica, que ellos consideran sagrados? ¿En dónde están los estudios sobre su impacto ambiental? ¿Cuáles son los componentes sociales de estos estudios? ¿En qué los benefician esos proyectos? Preguntas importantes de enunciarse, tratándose de pueblos indígenas con experiencias dolorosas en materia de proyectos de desarrollo; experiencias del pasado que muchos tienen presentes como cicatrices en el cuerpo y la memoria. Ellas también concurren esta mañana en que los asistentes se preguntan por el rumbo incierto que los vientos del presente y el futuro traerán para el territorio y quienes lo habitan.

           
Según los ancianos wayuu, la modificación de las rutas de los vientos a causa de los parques eólicos podría afectar a especies migratorias como los flamencos. Foto de Andrés Cardona.

Para leer el artículo completo, puede hacerlo accediendo a la página de la Revista Gatopardo, haciendo clic aquí.

 

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